Por Francisco Cuéllar Cardona
Partidos farsantes
Los partidos políticos en el mundo, y particularmente en México, viven una crisis de credibilidad terrible que hoy están convertidos en organizaciones mercenarias del voto y de la desconfianza ciudadana.
La realidad en este momento de los partidos tradicionales, grandes y pequeños, obliga a sus líderes y a la sociedad misma, a replantear su papel, en su lucha por conquistar el poder.
El PRI, vive su peor momento como organización política. Durante ocho décadas detentó el poder de forma autoritaria, que hoy el 90 por ciento de la sociedad mexicana lo rechaza y lo detesta, y aunque tiene hombres y mujeres rescatables, no se ve por ningún lado que alguien lo salve y lo vuelva a colocar en el protagonismo electoral. El priismo está en su fase terminal como partido y sólo falta que ocurra un milagro que lo resucite.
El PAN, vive una situación similar. La elección presidencial del año pasado lo dejó fracturado y no es tampoco una alternativa que lo salve del sótano en el que se encuentra. Acción Nacional, en el país, cayó en manos de panistas pragmáticos que vieron en el blanquiazul una oportunidad para acceder al poder y beneficiarse de él, dejando y haciendo a un lado al panismo tradicional que ideó y fundó Manuel Gómez Morín y un grupo de ideólogos de la derecha que soñaron con hacer una oposición real a la corrupción priista.
El panismo está en manos de líderes sin escrúpulos que vieron en los demás partidos una posibilidad de hacer negocios desde el poder político; eso les ha granjeado desprestigio y una pérdida clientelar electoral que ya no ofrece reales alterativas de cambio. Igual que el PRI, el panismo padece el rechazo de la gente y lo colocan en la incómoda posición de partido corrupto y sin escrúpulos.
El PRD, que en su momento representó la esperanza de la izquierda mexicana, y que este fin de semana cumplió 30 años, es hoy una organización de membrete a causa de sus malos gobiernos y de sus pésimos dirigentes que tiraron al bote de la basura un prestigio que en momento le dieron Cuauthémoc Cárdenas, Heberto Castillo y otras figuras de la izquierda mexicana. Sus actos de aniversario, fueron auténticos velorios a la que sus líderes, parecía que estaban asistiendo a la muerte de un partido que en los años 90, fue el sol de México.
Los demás partidos satélites que jugaron roles de esquiroles y comparsas del poder por años, hoy viven un proceso de liquidación de sus logotipos y membretes. El PANAL, El Verde, Movimiento Ciudadano, Partido del Trabajo; van a permanecer en sus regiones donde tienen presencia, pero no pasarán de ser alcahuetes de la corrupción en nuestro país.
En el caso de Morena, aun no se puede tener un diagnóstico de su fuerza electoral; ganó la presidencia de la República, y muchas gobernadores que lo colocan como el partido del momento, pero es muy temprano para asegurar que es un partido sólido y de presencia real. Su primera prueba después del julio pasado, la tendrán en seis Estados donde hay elecciones. Ahí tiene la oportunidad de demostrar que no es un partido de ficción; pero será en el 2021 cuando tengan su gran prueba para medirlo como un partido que llegó para quedarse.
Morena, es un gran movimiento nacional de individuos, que hartos de los partidos corruptos tradicionales, salieron a la calle y ganaron el poder, pero su entrada a la escena del poder, es circunstancial.
Los partidos independientes, son entes impredecibles y desacreditados que igual que Morena no logran encajar como alternativas partidistas para quedarse en la arena electoral.
Ante todo esto, hay que tener cuidado, porque la nomenclatura de partidos tradicionales, que van al colapso, están fugándose a nuevos partidos que quieren ganarse el aprecio ciudadano. La pregunta que hoy muchos se están haciendo, es si estos ¿son los mismos de siempre con los mismos actores y mismas mañas?. Los ejemplos que tenemos a la vista son el Partido de Redes Sociales Progresistas (RSP) que impulsa Elba Esther Gordillo, o el México Libre, que promueve el ex presidente Felipe Calderón y su esposa Margarita Zavala y que lo integran ex panistas que se fugaron de su partido.
Es tiempo de desenmascarar membretes y figuras que hoy se camuflagean de novedosos y democráticos. Los partidos tienen fama de deshonestos y no representar los verdaderos intereses de la gente, por eso hay que tener cuidado con estas víboras que sólo cambian de piel para seguir devorando las prerrogativas.
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