MIRADA DE MUJER
Por Luz del Carmen Parra
Empezar o terminar, ¿qué será más difícil?
Hay momentos especiales en que se presenta una oportunidad y la rapidez con que se toma la decisión de aceptarla o rechazarla, lleva mucho de ventaja para aprovecharla al máximo. Ser espontáneo, decidido, arriesgado, en muchas ocasiones hace la diferencia en el resultado. Un segundo de duda, antes de lanzarse al agua, hará que el mejor nadador pierda su oro; un titubeo, en el arranque de la carrera del mejor velocista, hará que se vea superado por sus compañeros.
Mucho influye en el final, la forma en que abordamos el principio. Dicen que el que pega primero, pega dos veces. Saber estar listo para cuando la oportunidad nos llama, en muchas ocasiones será parte del éxito. Tres segundos de indecisión serán suficientes para que nuestro lugar sea ocupado por alguien más.
Es necesario una buena planeación de lo que deseamos hacer, antes de salir a la calle sin tener claro hacia donde nos dirigimos, pero a veces el afán de perfeccionar todo, de intentar tener todo bajo control, hasta el mínimo detalle, puede convertirse en uno de los mayores retos a vencer.
Decidir cómo y cuándo es el mejor momento para iniciar, es muy importante, lleva tiempo, pero es solo parte del todo. La indecisión no hará sino retrasar la conclusión del proyecto. Si se tiene éxito o no, no lo sabremos en tanto no empecemos. Nadie nos enseñó a caminar, lo aprendimos poco a poco, cayendo y levantando y con el tiempo y la práctica aprendimos a correr, no sin llevarnos unos cuantos raspones.
En contraparte, a veces se decide empezar un proyecto con mucha emoción y entusiasmo, sobre todo cuando se tiene perfectamente claro a donde se quiere ir y además se cuenta con los recursos necesarios para emprender. Pareciera que todo está dispuesto para alcanzar fácilmente los objetivos contemplados.
De pronto, descubrimos que la carrera es con obstáculos, y el reto es ir venciéndolos poco a poco, uno a uno. Cuando se intenta, y algo sale mal, puede representar el primer golpe a la autoestima, haciendo que el entusiasmo original empiece a decaer a riesgo de volver de nuevo al punto de salida, poniendo a prueba la capacidad de respuesta ante los imprevistos. Esta será sin duda la clave para continuar o para desistir.
Perseverar hasta conseguir lo que se busca, luchar por concluir en tiempo y forma lo empezado, es lo que corona nuestro esfuerzo. Caso contrario, dejar las cosas a medias, después de sentirnos agotados, solo crea la sensación de haber caminado en medio de un círculo vicioso, sin alcanzar las metas, sin concretar nada. Creo que es lo que genera más frustración en los emprendedores, que intentan un sinfín de proyectos, pero desenfocados, caen en la desesperanza.
Actualmente se han desarrollado grandes empresas de asesoría empresarial, y han surgido infinidad de couches en las redes sociales, con temáticas motivacionales que buscan despertar en los jóvenes y no tan jóvenes, el coraje de permanecer en la lucha, de no darse por vencidos. Sugieren un montón de habilidades a desarrollar para alcanzar el éxito y aunque todo lo hacen aparecer como relativamente fácil, sino se pone en práctica lo aconsejado, será tiempo perdido.
Terminar lo que se empieza da sentido, pero requiere mucha disciplina y enfoque. Cuando era niña mamá me obligaba a recoger la basura después de barrer, insistía que mi trabajo terminaba al ponerla en su lugar, de otra manera el viento la volvería a dispersar, así aprendí que concluir bien con una tarea, nos permite empezar una más, sin dejar pendientes en el camino, o correr el riesgo de que algo o alguien más, destruya lo alcanzado.
Lo ideal sería entonces, empezar con el ánimo de los principiantes y terminar con la fuerza de voluntad de los campeones. Sin embargo, creo que lo más rescatable de todo emprendimiento, es el aprendizaje adquirido entre los dos puntos. Eso es lo que le da contenido a nuestra vida y nos mantiene en el esfuerzo constante de iniciar algo nuevo todos los días, esforzándonos por completar la tarea de la mejor manera, alcanzando la satisfacción del deber cumplido.
Ya nos lo dijo el gran inventor Thomas Alba Edison Nunca hice nada por casualidad, ni ninguno de mis inventos llegaron por accidente; llegaron por el trabajo”.
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