Mirada de MujerOpinión

Pregunta, preguntón

 

MIRADA DE MUJER

Por Luz del Carmen Parra

Pregunta, preguntón

 

Cuando tenía mis niños pequeños, los por qué”, invadían la casa. Todo les sorprendía y su curiosidad los convertía en verdaderos investigadores. No dudaban en preguntar, y si no les satisfacía la respuesta, continuaban insistiendo en saber más. Eran observadores y ponían todos sus sentidos en conocer el mundo que les rodeaba. Tocaban, probaban, escuchaban. Hacían todo lo posible por ganarse mi atención, poniendo a prueba mi paciencia.

Les quitaba de las manos algo que podía dañarlos, y de inmediato tomaban algo más; Y apenas alcanzaba a decir NO, NO, NO. Todo se llevaban a la boca; todo tiraban al piso y todo lo desordenaban; parecía que su juego era a la inversa al de su madre. Tenían prisa de correr, de soltarse de la mano, de aprender por ellos mismos y desde entonces daban señales de su carácter.

Poco a poco incorporaron los límites. Se fueron moldeando a las costumbres y tradiciones familiares, y cuando pensé que ya lo había logrado, justo entonces me enfrenté a unos adolescentes que de nuevo exigían respuestas, que dudaban de todo, y sus preguntas trascendían a lo social, intentaban construir su personalidad y encontrar su lugar como parte de un conglomerado, que cuestionaba lo aprendido en el hogar.

Empezaban a abrirse al mundo, y a confrontar sus vivencias personales con las de sus compañeros y amigos; asimilaban los conocimientos de sus libros y todo mezclado, necesitaba encontrar un orden. Como todos los jóvenes, buscaban su identidad, formulaban sus dudas para enfrentar su futuro y, poco a poco, se esforzaban por encontrar las respuestas. Se acercan al mundo de los adultos.

La gran incógnita que me surge es si podrán seguir cuestionando su mundo cuando acumulen años a su vida y se vean atrapados en medio de esta vorágine que nos impide pensar, que nos obliga a caminar de prisa, cumpliendo compromisos sociales y familiares.

Recuerdo que en algún momento asistí a un seminario, donde el ponente relató una anécdota familiar que surgía justo en temporada navideña, cuando la hija auxiliaba a su madre en la cocina, y observó cómo antes de colocar al lechoncito en la cazuela, le cortó el rabo.

Sorprendida preguntó: ¿por qué le cortas la colita? a lo que la mamá respondió: no lo sé, así lo cocinaba mi madre”. Curiosa, la joven aprovechó entonces la reunión familiar para preguntar a la abuela, por qué le cortaba el rabito al lechón antes de cocinarlo, y le platicó que así lo había aprendido de su madre, pero que no tenía una razón especial y riendo le dijo: quizás no tenía una cazuela suficientemente grande, no lo sé.”

¿En qué momentos siendo adulta he dejado de preguntar por qué o para qué? Cuando todo parece estar decidido, ¿hasta dónde he seguido las reglas, asumidas por costumbre o por sumisión, y he continuado el camino sin darme cuenta, aceptando sin más? ¿Por qué he renunciado a expresar mis cuestionamientos en ciertas ocasiones y he dejado atrás esa curiosidad de aprender cosas nuevas y permití que los cambios me asustaran? ¿Qué hice cuando el ímpetu de la niña curiosa se esfumó, o la rebeldía adolescente, que todo rechaza como cierto e intenta sus propias fórmulas, se ausentó? ¿PerdÍ alguna vez ese carácter decidido que me llevó hasta donde estoy?

Aunque no siempre hay respuestas adecuadas para cada pregunta, creo que lo más importante es no dejar de hacerlas; es claro que cuestionar no significa en sí mismo descalificar lo logrado, ni buscar las debilidades, sino continuar alerta, sin bajar la guardia, para no caer en el conformismo ni en autocomplacencias.

Cuestionar nos obliga a pensar, y si como lo dice Daniel Aragonés, las preguntas se empapan de recuerdos con forma de respuestas”, quizás esa sea una de las razones por las que los adultos dejamos de debatir o de polemizar.

Sin embargo, estoy decidida a seguir haciéndome preguntas, porque en la búsqueda de respuestas me mantendré ocupada, buscando siempre que hay detrás, que mensaje está oculto entre las imágenes que mis ojos perciben o tras el sentido literal de las palabras, finalmente mantendré vigente la máxima del gran sabio Albert Einstein, que dice: La formulación de un problema, es más importante que su solución”.

Así que les digo a mis hijos, cuestionen, pregunten, indaguen, pero nunca se queden con la duda. En resumen, cada cual encontrará sus respuestas.

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