Mirada de MujerOpinión

2021, Año de la Esperanza

 

MIRADA DE MUJER 

Por Luz del Carmen Parra

2021, Año de la Esperanza

 

¿Cómo me encuentra el 2021? En medio de incógnitas, sin duda. 2020 ha puesto a prueba mi capacidad de resistencia y me ha llevado por caminos jamás imaginados. Siempre estuve acostumbrada a planear que seguía y a preparar lo necesario para que no me sorprendiera el resultado, sin embargo, ahora nada me da certeza, ni me permite augurar un buen final.

Durante la mayor parte de este año que termina, no fue fácil caminar a diario en la cuerda floja o como si estuviera en medio de un campo minado. A veces la soledad me envolvió y le quitó la luz al nuevo día. La monotonía, y la resistencia a aceptar que estaba viviendo una situación de riesgo, me asustaba y me llevó, como primera respuesta, a aislarme de todo.

Muchas de las cosas por las que había luchado quedaron en pausa, en espera de mejores tiempos y pasaron a la carpeta de los pendientes, porque las condiciones no eran las adecuadas para continuar con ellas. Ya nada era igual. El mundo había cambiado de repente y me había tomado desprevenida. Me obligaba a detenerme y a reflexionar que podía hacer ante esta nueva realidad.

Había que sacar fuerzas de donde las tuviera, para tomar un poco de aire y seguir adelante, no podía cerrar la puerta y negarme a vivir. No podía darme por muerta sin luchar. Empecé a meditar cómo sería la vida de quienes sufrieron el holocausto, o de aquellas generaciones que tuvieron que enfrentar otras pandemias. La historia registra desde hace muchos años, la presencia de pestes que ocasionaron millones de pérdidas de vidas humanas y aquí estamos, no se ha terminado el mundo.

Así que me armé de valor y exploré mis nuevas posibilidades. Valoré lo que tenía y visualicé las opciones que se me abrían para transitar de la mejor manera este reto, para superarlo y terminar viva, sana y cuerda al final de esta vorágine, porque quería contarla a mis nietos. Sabía que era más difícil que subir la pendiente del Ceboruco, y que quizás como entonces, tendría que agarrarme de las piedras para resistir lo resbaladizo del camino. Pero volvería a disfrutar de ese maravilloso sentimiento de respirar el aire fresco de las alturas, cuando se han vencido las dificultades del camino.

Y aquí estoy. Muchos se han ido y los extraño. Pero yo sigo dando la batalla. He aprendido a cuidarme y hasta la fecha todo va bien. Es mi decisión y asumo con responsabilidad mi seguridad y no estoy dispuesta a dejarla en manos de nadie, porque no quiero culpar a otros de lo que yo misma he provocado.

Y sin embargo, concluyo 2020, como uno de los mejores años de mi vida. He recibido tantos milagros que me han permitido sentir a Dios muy cerca, reencontrándome con él, como con el amigo que tenía olvidado. He sentido su mano sosteniéndome en momentos en los que me creí perdida, guiando mis pasos, dándome la seguridad de saber que está a cargo.

Entendí que no era un tiempo de cosecha, sino de siembra y que la tierra estaba muy árida y que se requería mucho esfuerzo y sacrificio para prepararla y, sobre todo, arrancar de raíz mucha de la mala hierba que había crecido apenas sin darme cuenta. Había que abonarla y removerla para oxigenarla, eliminando todo aquello que contaminara mi nueva semilla y le impidiera dar fruto.

Ahora al final del año se abren caminos de esperanza, y daré la bienvenida al 2021 con el corazón renovado, fortalecida, con la ilusión del despertar a un nuevo mundo lleno de posibilidades, tantas como esté dispuesta a tomar. La noche termina en medio de la más completa obscuridad, para dar paso a un nuevo amanecer lleno de luz y con la alegría de sentirme viva, de verme rodeada de mi familia y con un sentimiento de gratitud inmenso.

Mis manos se abren para recibir en abundancia los frutos de esos momentos de reflexión y de reencuentro con Dios y conmigo misma, que me permitieron valorar todo lo que tengo a mi alrededor y que en muchas ocasiones pasaba desapercibido o, lo daba por sentado, por sentirme merecedora de ello.

Recibo el 2021 con la esperanza en el horizonte, invitándome a correr tras ella. Estoy lista y con el ánimo renovado, con la humildad de quien reconoce haberse equivocado y con la fortaleza de quien se siente perdonado.

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