Cabrito news
Por Homero hinojosa
Nadar de muertito
El próximo 7 de febrero en Montevideo está programada una conferencia internacional convocada por México y Uruguay para promover “un diálogo interno” en Venezuela.
Se espera que por lo menos diez países se sumen a esta reunión que de manera anticipada muchos analistas la ven como tardía e innecesaria.
Los críticos del presidente Andrés Manuel López Obrador han señalado insistentemente la postura ambigua de nuestro país ante el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela. Su política exterior se basa en la vieja práctica de neutralidad de la diplomacia mexicana que ahora están aplicando al caso de Juan Guaidó, quien se declaró presidente interino hace unos días.
Es importante apuntar que uno de los resultados tempranos en la crisis venezolana y que están relacionados específicamente con la reciente proclamación de Guaidó fue el respaldo internacional que rápidamente logró ganar.
Primero recibió el respaldo de Estados Unidos y, en unas cuantas horas más, lo obtuvo del “Grupo de Lima”. México decidió mantenerse neutral al igual que Uruguay (de ahí la invitación a la Cumbre de Montevideo la próxima semana).
En tanto, Maduro se está quedando cada día que pasa sin respaldo. Continuamente muchos países se suman a la petición de celebrar nuevos comicios en Venezuela y el país empieza a resentir presiones y embargos económicos que lo ponen en mayores aprietos.
Es relevante recordar que bajo el mandato del todavía presidente Enrique Peña Nieto, México trabajó para convencer a otros países de que abandonaran el apoyo al gobierno de Maduro, pero ahora López Obrador retomó la política exterior de no intervención.
Ésta había sido la norma de oro que orientó la política exterior de nuestro país durante la mayor parte del siglo XX —la Doctrina Estrada— que aunque fue dejada de lado, ahora parece estar de vuelta, en su versión “Cuarta Transformación”.
¿Qué podemos esperar en específico de la diplomacia mexicana en el caso de Venezuela y en el ámbito internacional bajo el nuevo Gobierno?
El secretario de Relaciones Exteriores de México, Marcelo Ebrard, ya ha arrojado algunas pistas y señales al respecto. Este mes de enero, en la Reunión de Embajadores y Cónsules 2019, el ministro mexicano les comunicó a los diplomáticos que la política exterior del país transitará por “un proceso de rediseño” y que se enfocará en el “principio de no intervención”. También les dijo que no será una actitud de pasividad y se buscará “el respeto a los derechos humanos”.
Sin embargo, si alguna señal contradictoria podemos tener de ello, sería la forma de gobernar que nuestro gobierno ha seguido en lo interno, que puesto en términos coloquiales sería la política de “no entrarle al toro por los cuernos”. El caso del bloqueo ferroviarios por parte de trabajadores del CNTE en Michoacán es una antecedente que así lo demuestra.
Es decir, el nuevo gobierno pretende seguir en el exterior una política similar de cautela y tratar de negociar hasta donde sea posible con los actores involucrados, sin llegar a aplicar medidas drásticas contra las personas. Para muchos esto a esto se le llama actuar con simples evasivas y para otros más tener “la mano temblorosa”.
Si en la política interior observamos esta especie de salidas fáciles (aunque costosas, como ceder a las demandas económicas del CNTE en Michoacán), en la política exterior es sencillo anticipar posturas neutrales y comodinas, consistentes en ociosas “mesas de diálogo y conciliación”, como la que se planea para Uruguay el día 7.
A fin de cuentas, la política interior y exterior mexicana de “nadar de muertito” durante este sexenio solo servirá para extender el tiempo a los problemas, a desear que milagrosamente se diluyan las cosas y dejar que surjan otro temas relevantes en la opinión pública que distraigan la atención de la población.
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