Cabrito News
Por Homero Hinojosa
Atrapados por las redes
Las redes sociales ya alcanzaron oficialmente el status de “viejitas”. Facebook celebró recientemente sus 15 años de vida, un periodo de tiempo que en lenguaje del Internet representa ya muchos, muchos años.
¿Pero acaso alguien utiliza todavía Facebook? Y es que resulta muy común toparse estos días con amigos y familiares que nos cuentan que han decidido cerrar sus cuentas en esta red de don Mark Zuckerberg.
¿La razón? Abundan las justificaciones, pero las más comunes son: “Están registrando toda mi vida privada”. O “ya se puso aburrido y no me resulta tan relevante”.
Muchos han llegado al extremo de abandonar incluso sus grupos de Whatsapp porque ya no es posible atenderlos. Y para muchos representa ya un asunto de estrés, bochorno y de incomodidad, sobre todo al abrir audios y videos de polémica naturaleza y éxtasis.
Apenas se descuida el usuario del teléfono móvil unas cuantas horas y ya tiene una lista de mensajes sin palomear que provoca sentimientos de “desconexión”.
Pero quizá precisamente esto es lo que necesitamos de vez en cuando: Respirar un poco, apagar el iPhone y alejarnos de las redes sociales para tomar conciencia del hoy y el ahora físico.
A fin de cuentas todo es cuestión de balance, de pesos y contrapesos. Aquél que omite todo contacto con la tecnología también se cierra a las oportunidades que ésta nos ofrece para mejorar nuestra calidad de vida.
El Internet sigue avanzando cada día a velocidad “tera”, es una ola imparable que nos alcanzará eventualmente con el llamado Internet de las Cosas.
Hoy estamos los seres humanos más conectados por las redes sociales y la tecnología que impulsa a éstas. Pareciera como si nos uniéramos a un flujo colectivo y lo que pasa en el mundo y corre por las redes sociales cobra en nuestras vidas un nuevo significado.
Las noticias ya no las buscamos. Ahora nos llegan por WhatsApp, las vemos, les damos un copy, las compartimos, otros las comparten…
El profesor canadiense Marshall McLuhan, famoso por su frase “el medio es el mensaje”, pensó que serían la radio y la televisión quienes potenciarían esta sensación presencial y conectada de los eventos. Sin embargo, sería más bien el Internet y las redes sociales los que cumplirían con su profecía.
Su famosa concepción de “aldea global” es hoy sólo una especie de extensión de nuestro pensamiento colectivo y de conciencia humana. Estamos ciertamente conectados y de manera más rápido, de ahí que la carga emocional de los sucesos trágicos, por ejemplo, nos llegue con mayor inmediatez. Los mensajes y sentimientos de compasión, generosidad y deseos de ayudar en estas tragedias que nos llegan transitan también con la misma rapidez.
Y, por supuesto, siempre hay un riesgo: Son tiempos en que estamos expuestos a una especie de “infoxicación” de la que pocos se salvan, así como de las famosas noticias falsas o “fake news”. Como en todo hay informaciones dolosas, sentimientos encontrados y noticias que entristecen o alivian.
Todo ello nos afecta en lo personal, pero a la larga seguramente nos hará también más fuertes en lo colectivo y finalmente podremos generar igual de rápido campos de acción que se distingan por la solidaridad y la empatía, factores esenciales para sumarnos a causas nobles y justas en nuestras vidas “online”.
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