Investigación

PIRÁMIDE DE LAS FLORES cuna olvidada de los Huastecos

 

Entre la destrucción de ricos vestigios de varias pirámides de la antigua cultura huasteca o teneek iniciada en 1925 y el rescate de enigmáticos pictogramas, sobrevive la pirámide de Las Flores en el centro de Tampico a la espera de nuevas indagaciones que arrojen luz sobre lo que aquí ocurrió hace más de un milenio

 

Luis Hernández

Es la primavera de 1873 en Tampico, Tamaulipas. El geógrafo e historiador Alejandro Prieto –gobernador tamaulipeco 15 años más tarde- investiga con fines arqueológicos el sur de Tamaulipas, pero al parecer se le escapa la exploración de un importante poblamiento.

Se trata de lo que se conocería en el siglo XX como Las Flores, sitio donde los huaxtecos desarrollan una cultura de avanzada con varias pirámides o cúes y unos enigmáticos pictogramas.

En ese entonces los Teneek ya habían desalojado su pueblo, Las Flores, 623 años atrás, sitio habitado en medio de una zona selvática y muy húmeda, razón por la que pudo no ser visto por Prieto, aunque algunos tampiqueños del siglo XIX, mestizos de la región, conocieron los vestigios de la etnia que se desarrolla entre los años 1000 y 1250 de nuestra era.

Más allá de la existencia de una sola pirámide en el lugar que ahora es la colonia Las Flores –calles Chairel y Azahar- el montículo protegido con una techumbre y que por décadas estuvo abandonado y expuesto a la rapiña, representa además un reto para la historia y la arqueología.

Supuestamente a la llegada de las expediciones cortesianas a la Costa del Seno Mexicano, el pueblo Las Flores ya había sido abandonado por sus habitantes o bien quedarían algunos pocos. Este lugar se ubicaba a escasos 4 kilómetros del actual centro tampiqueño.

Es a partir del invierno de 1905 en que esta demarcación toma importancia para la ciencia internacional y nacional cuando el norteamericano Jessie W. Fewkes descubre unas ruinas que se conocerían como Las Flores, cuyas anotaciones se convertirían en el punto de partida para gran cantidad de investigadores en tierras que fueron propiedad de un Sr. Kulke.

El villorio huasteco seguía cubierto por espesa vegetación, pero al desmontarse se pudieron apreciar montículos de regular tamaño, grandes apilamientos de concha de ostión que se usaron como un elemento más en algunas edificaciones.

En ese inicio del siglo XX se apreciaban algunos islotes en la cercana laguna El Chairel, ubicada a unos 300 metros de distancia del pueblo que se había fundado sobre la loma de 30 metros de altura que bordea la ensenada de esa laguna.

 

La construcción supuesta de la parte superior de la cúe

 

Conchas de ostión como pavimento

Escribe Fewkes: ‘El conjunto de grandes montículos salió lentamente a la luz, al retirar el monte en esa misma loma, pocos pies más allá de ésta se tiene una hermosa vista de la laguna adyacente y de la ciudad de Tampico. La distribución de los montículos es tal, que encierra una terraza que antiguamente fue, tal vez una plaza”.

“Hay ocho montículos en el grupo, cinco de los cuales están en el arco de un círculo y forman uno de los lados de la supuesta terraza encerrada. Otros dos montículos, ajenos al conjunto, están más cerca del camino. Aproximadamente a 60 pasos en dirección del camino, hay una depresión

circular, parecida a una represa…’, cita Gustavo Ramírez Castilla en su Obra Panorama Arqueológico de Tamaulipas (Cd. Victoria, 2007, p. 205).

A inicios de la década de los 20’s del siglo XX aún existían estas pirámides o cúes en el entonces rancho Kulke. Para 1923 el alemán Friederich G. Muelleried llega al lugar y toma apuntes de importancia y hace cortes longitudinales que muestran el interior de los monumentos, marcando así el inicio del desmoronamiento de los poliedros.

El croquis del teutón ubica 18 montículos –el más alto de 9.75 metros-, en las calles que se empezaban a abrir en la colonia Las Flores exclusiva para los funcionarios petroleros extranjeros que trabajaban en las empresas de la región.

El arqueólogo Ramírez escribe en su libro: “Sobre el eje de lo que hoy sería la calle Azahar, se observan siete montículos cortados por la calle. En medio de la cuadra situada al centro del bosquejo, entre las actuales calles Azahar, Clavel y Chairel, aparece el montículo I, mejor conocido como Pirámide de Las Flores, con la cota ‘5.5m’.

El ingeniero alemán que hace el croquis confirma la existencia de montones de conchas de ostión, así como otras pequeñas cúes que no registra. “Lo anterior deja ver que el asentamiento prehispánico era de un tamaño considerable”, cuando se empezaban a construir las casas elegantes para los extranjeros en las colonias Las Flores y El Aguila.

Constructores de calles y viviendas con su maquinaria pesada, así como los propios recolectores de basura en sus carretas destruían ‘por su trabajo’ las evidencias del pueblo huasteco al transitar encima de las plataformas o montículos de baja altura.

En junio de 1925 el extranjero Charles Mac Nair descubre entre los escombros del montículo “E” unos diseños geométricos pintados en negro, de lo cual informa el diario El Mundo.

Ayudado por dibujantes gringos, el ingeniero inglés John Muir realiza un plano topográfico del sitio, el cual viene a ser el más completo, con 22 cúes, observando que las conchas de ostión se usaban alrededor de los montículos para transitar el suelo en terreno lodoso, además de relleno de los promontorios.

 

Uno de los pictogramas enigmáticos encontrados aquí

 

Pictogramas son enigma

En junio de ese año 25, maquinaria del ayuntamiento destruía el montículo E y descubren un pictograma que estuvo a punto de ser aplastado, el cual se traza con tiza roja y luego negra en una longitud de 2.70 metros E-O por 1.35 metros N-S, el cual en su parte central tiene un círculo interior de 25 a 36 cm. de diámetro dividido en 24 segmentos con otro circulo externo de 49 a 62 cm. de diámetro.

Muy similar a este pictograma, Muir descubre otro debajo de aquel con un diseño similar al día siguiente y decide rescatarlo antes de que los obreros depredaran los vestigios, “al haber quedado expuesto un sector del piso de mortero subyacente se detectó la presencia de otro diseño pintado por debajo del ya descrito”. Más pequeño, medía 2.50 por 1.28 mts. Este sería pintado por Cecil Drake.

“De estos misteriosos dibujos Muin admite no estar en condiciones de determinar su propósito o el uso que le dieron los huastecos. Joaquín Meade, por su parte, los interpreta como patollis, juego prehispánico similar a nuestra ‘oca’. Varios de ellos se han encontrado grabados sobre pisos en Teotihuacán y Tajín”, añade Ramírez (op. Cit. P. 208).

Estos pictogramas guardan similitud con el tonalámatl o calendario ritual y según Meade podría ser una cuenta calendárica ritual: “Sumando el total de divisiones pequeñas o casas en blanco del dibujo inferior…obtuve un total de 260 que es igual al 260 del tonalámatl. En negro conté 68 divisiones. Los dos círculos concéntricos tienen en total 54 casas blancas y ocho negras…Tenemos un total de 264 casas y el gran total de 328. Las ruedas del centro pudieran ser alguna variedad de la rueda de años”, escribe Meade, quien según Ramírez, su tesis no ha sido rebatida a la fecha.

Estos pictogramas fueron incluidos en un artículo de la revista científica del Real Instituto Antropológico de Gran Bretaña e Irlanda del año 1926, cuyas fotografías ilustran este artículo y al que se otorga el debido crédito:

Muir, J. (1926). Data on the Structure of Pre-Columbian Huastec Mounds in the Tampico Region, Mexico. The Journal of the Royal Anthropological Institute of Great Britain and Ireland, 56, 231-238. doi:10.2307/2843611

 

Vista lateral de escalinata donde encontraron osamentas

 

Pirámide en pie de seis metros de alto y templo en la cima

“Los diseños que a mi modo de ver constituyen un invaluable testimonio pictórico que por sus características puede considerarse para la Huasteca, guardadas las proporciones, el equivalente a un códice, espera todavía por un estudio que revele su significado”, precisa Ramírez en su libro (p. 209).

El arqueólogo del INAH cree que por su ubicación en la cara este del montículo E, los pictogramas pudieron ser usados en el edificio en un ritual especial semejante a un oráculo, donde los sacerdotes, mediante el uso de esos símbolos hacían adivinaciones o asignaban nombres para los recién nacidos de acuerdo a la fecha de su nacimiento como en otras zonas huastecas.

En 1941 los arqueólogos Gordon Ekholm del Museo de Historia Natural de Nueva York y Wilfrido du Solier del INAH investigan científicamente lo que quedaba del pueblo en la loma del Chairel, donde solo estaba en pie la pirámide A de Las Flores, donde el resto de vestigios había sido arrasado por pedreras que sacaban material para triturar grava.

Los resultados permitieron obtener la primera tipología cerámica para la Huasteca la forma, sistema y materiales del cúe, la cual mide 6 metros de altura por 36 de diámetro, con evidencias de 26 pisos de estuco y 6 subestructuras en su interior, cada una recubierta por un aplanado o estuco de cal y arena.

“La capa de estuco que forma los pisos y la superficie de las estructuras es de 2 a 3 cms. de espesor, mientras en las paredes de las estructuras más grandes es de 8 a 10 cms. Las superficies en general están bellamente alisadas y pulidas…El estuco contiene gran cantidad de conchas pequeñas o fragmentadas, puede inferirse que la cal para la elaboración de la mezcla se consiguió calcinando las conchas..” escribe Ekholm.

El extranjero identifica 11 escalinatas, una sepultura de un niño en un hueco de la alfarda, con las piernas flexionadas sobre el cuerpo y la cabeza sobre el pecho. La cima de la pirámide estuvo coronada por un templo de planta circular y techo cónico de madera y zacate.

Du Solier deduce que el templo superior era de forma rectangular, “por estar más en contacto con la intemperie, había sufrido una mayor destrucción; …despegándose del piso de estuco, arrancaban dos pilares que bien pudieran haber limitado las tres puertas de acceso al templo”, refiere la cita de 1939.

 

Panorámica del Tampico de 1925 en el sitio de las cúes (Muir)

 

Evidencia de pedernal de etnias del norte en cadáver

Para Ekholm, el sitio de Las Flores fue ocupado por un lapso relativamente corto y con seguridad de un solo periodo. Sin embargo, Ramírez observa que nuevas investigaciones habrán de confirmar o

rebatir algunas hipótesis, como la que el pueblo se asentó igual que Tancol en el periodo II, con asentamientos pequeños que se despoblaron en los periodos III y IV y ser reocupados en el V (Las Flores) y hasta el VI (Pánuco).

Para 1950 una nueva depredación cultural sobreviene al lotificarse más terreno, con la apertura de calles y nivelación de suelos. “El desarrollo urbano eliminó cientos de montículos que se extendían desde este punto hasta el centro de la ciudad –de Tampico-. Para la década de los 70 la mayor parte del sitio había sido destruido, quedando por suerte la pirámide de Las Flores, confinada a un pequeño lote de propiedad municipal usado como basurero”, añade R. Castilla en su libro (p. 214).

Tardíamente, es hasta 1991 en que las autoridades municipales y federales empiezan a proteger el cúe instalando un cerco protector y techo para protegerla de la intemperie, en cuyos trabajos el arqueólogo Arturo Guevara localiza a 1.30 mts. de profundidad al pie de la escalinata, dos esqueletos de una pareja con un brazo entrecruzado, al parecer de la élite antigua del asentamiento.

Un hecho que atrae la atención de los indagadores fue el encontrar una punta de pedernal negro en el área del abdomen del varón, surgiendo la hipótesis de pudo morir en combate con algún grupo del norte de Tamaulipas o que pudieron llegar en un intercambio, pues la misma corresponde a una antigüedad de tres mil 600 años antes de Las Flores.

 

Así se encontró la Cué original de las Flores hace 95 años (Muir)

 

Influencia Tolteca

La cerámica de Las Flores representa un fuerte cambio estilístico respecto de la tradición antigua de la costa del Golfo de México, ligada a las cerámicas toltecas –fases coyotlalteco y mazapa 700-1000 d. c.- y mayas.

Un hallazgo importante es una escultura que representa a la diosa de la fertilidad (Teem) semidesnuda con un gran tocado sobre la cabeza y las manos sobre el vientre, representante de la tradición huasteca. Lo que parece indicar un estrecho lazo de este pueblo con la mesa central o, bien, la coexistencia de dos grupos de población étnicamente distinta en un mismo núcleo, refiere por su lado Conaculta en su sitio oficial : http://sic.conaculta.gob.mx/documentos/1115.pdf Una escultura supuestamente encontrada en Las Flores corresponde a un hombre que tiene grabada la fecha Hun Coy, Uno Conejo, representa el sistema de registrar los nombres con glifos calendáricos, así como el estilo de la escultura de Teem coinciden con la presencia nahua totleca, influencia cultural detectada en la cerámica del lugar.

Actualmente la pirámide de Las Flores recibe más de cinco mil visitantes por año, tanto nacionales como extranjeros. De su significado no todo está escrito.

 

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