En 1905 la San Carlos Cooper pretende revivir la grandeza minera del siglo XVIII de las montañas de San Carlos, Tamaulipas y construye el tren de vía angosta de 61 kilómetros de longitud para transportar el metal desde las minas de San José hasta Linares, Nuevo León y en proyecto a Soto La Marina, inversión que fracasa en 1908 a pesar de tener permiso hasta 2002
Luis Alvarado
El historial de la metalurgia preciosa en Tamaulipas encuentra su máxima grandeza en la segunda mitad del siglo XVIII y las primeras décadas del siglo XIX, hasta que paulatinamente va decayendo por falta de inversiones, mantenimiento, equipo, baja de precio de la plata y agotamiento de las vetas.
En 1769 el Gobernador Vicente González de Santibañes traslada la capital de la provincia del Nuevo Santander a la Villa de San Carlos “donde la minería había empezado a tomar fuerte impulso, la cual, ofreciendo mejores perspectivas en beneficio de los pobladores, resultaba de mayor interés para la colonia”.
La Villa estaba protegida por una casamata, pequeña fortificación situada en el punto por donde los indígenas “dienteros ” solían atacar el poblado, siendo hasta 1811 que se traslada la capital de la colonia a la Villa de Aguayo, hoy Cd. Victoria.
Y si San Carlos fue capital, es debido a que resultaba más provechoso para el virreinato tener a un gobernador cercano a los yacimientos
Los pequeños yacimientos estuvieron en diversas fajas de la región oeste cercana a Victoria y en la del Cuarto Distrito mientras que la de mediana producción aurífera y argentífera prevaleció en algunos puntos del municipio de San Carlos; en tanto que la cuprífera estuvo con mayor presencia igual en San Carlos y cerca de Hidalgo.
Se conoce como La Región del Cobre la zona metalífera que inicia cerca del municipio de Hidalgo a más de 30 kilómetros de la estación de la Cruz, continuando más de 50 al sureste, según refieren Soutworth y Holmes en su directorio oficial de Minas de México de 1908.
Tomando en consideración que en la transición de los siglos XVIII al XIX la extracción de los metales preciosos significaba el 13 por ciento del Producto Interno Bruto en la Nueva España, la actividad en el Nuevo Santander no registra cifras precisas, aunque si se compara con lo explotado en San Luis Potosí y Zacatecas su producción es menor.
En 1900 la minería sobrevive
A inicios del siglo XX -1906- un resumen del Anuario Estadístico de Tamaulipas detectaba solo cinco minas de plomo y plata en explotación en el distrito norte. En el centro, Victoria tenía 12 vetas en Cueva Grande de Dolan; La Gloria de S. Doria; La Escondida de I. Rentería; Lupe, de C. Freston; Salinas de Doria; El Rey, de Monterrey; La Esperanza de G. Martínez; La Lola de J. Montemayor; La Bonita de La Boca; La Fortuna de F. Stefano, casi todas de plata, plomo, cobre, zinc y hierro.
En Hidalgo había otras cinco de plata, cobre y oro; en San Carlos 11 de cobre, plata, oro y plomo (de la San Carlos Cooper Co.). En Guemez otras cinco de plata, cobre, plomo y oro; en Miquihuana una con cobre y hierro y en San Nicolás 31 hoyos paralizados que habían dado plata, cobre, plomo y hierro.
Poco después, la San Carlos Cooper obtiene 20 minas de cobre y hierro. En ese 1906 solo una hacienda en el estado podía beneficiar los metales de San Carlos y el resto se enviaba a Monterrey o Linares para su filtrado.
De todas las minas en producción en los siglos pasados, las de mayor particularidad son las que eran propiedad de la empresa norteamericana San Carlos Cooper Co. que llegó a compartir la propiedad de importantes criaderos de plata, oro, cobre y plomo en esa privilegiada región.
Casi un siglo atrás, en 1809 las minas de la Nueva España habían generado 39 millones de pesos, de los que 19 millones se habían enviado a España para sostener las guerras en Europa, en un crisis económica que se agrava al sobrevenir la guerra de independencia y otros conflictos que habrían de perdurar por casi 60 años, anota Miguel Ramírez Amaya, en su ensayo Situación de la Minería a Principios del Siglo XIX.
El ferrocarril Linares-San José
La importancia de la San Carlos Cooper estriba en que fue la única que pudo desarrollar importante inversión para el tendido de una vía angosta de ferrocarril que comunicaba del centro beneficiador de San José hasta la ciudad de Linares, Nuevo León para su posterior traslado a Monterrey.
El servicio fue prestado por la empresa denominada Ferrocarril Tamaulipeco Linares-San José, que era propiedad de la referida compañía estadounidense.
Pero el tren de vía angosta representa un caso único al menos en la historia norestense al comunicar a dos centros productivos ubicados en estados vecinos a una distancia de 61 kilómetros. Mientras que un tren normal de vía ancha medía mil 676 milímetros entre cada riel, el estrecho era de apenas 900 milímetros, ideal para distancias cortas.
El tren era propiedad de la compañía metalúrgica yanqui que contaba con permiso y concesión del gobierno federal porfirista para operar en una concesión renovada desde 1903 hasta el 2002, pero por problemas de la economía mundial y baja del precio de la plata cierra en 1908.
Para el tendido de la vía se nivelaron agrestes terrenos, se tendió sobre llanuras, se partieron lomas de baja y mediana altura, todo ello por el trabajo de cientos de hombres que también laboraban para las minas de esa empresa.
La importancia del cobre
El motivo principal para esa construcción ferroviaria obedecía al proyecto de explotación de ricos yacimientos de cobre de la Sierra de San Carlos, además de la extracción de plata que aún quedaba por sacar de las entrañas de esa montaña en diferentes minas.
“En ese entonces la industria eléctrica se encontraba en pleno desarrollo a nivel mundial, necesitando ingentes cantidades de cobre para la fabricación de alambres que sirvieran para la conducción de energía. De ahí que la inversión pareciera rentable”, escribe Octavio Herrera en su reciente obra Historia de las Comunicaciones en Tamaulipas (Monterrey, Gobierno de Tamaulipas-UAT, 2010).
El autor refiere que en un amplio cañón de la montaña sancarlense se ubicaba el real de San José que explotó vetas costeables de los diversos metales, atrayendo gambusinos de todo el virreinato en una corta bonanza entre 1769 y casi principios de 1780, restando para 1790 siete minas de plata y una de cobre.
Casi al finalizar el siglo XVIII se producían 100 quintales del metal cuprífero al pie del yacimiento, que ya puestos en Veracruz aumentaba a 18 pesos “lo que reportaba a la colonia del Nuevo Santander una ganancia anual de 14 mil 400 pesos”, estima el autor, quien añade que la empresa tenía su sede en New York, pero concesionada la mina a John Merrill.
El mini tren que podía transportar 200 toneladas de mineral en sus vagones tardó poco más de un año en poder rodar en 1905 por los 61 kilómetros de distancia partiendo de Linares, pasando por las estaciones La Petaca, Cascajero, Conchos, Y Griega, Piedrera, San Miguel, Victoria, Cantera y finalmente San José, el centro minero de orgulloso pasado.
Las 200 toneladas de mineral arrancado a la sierra de San Carlos eran filtradas con moderna maquinaria a base de vapor y aire comprimido como parte del proceso de limpieza para hacerlo beneficiar en su estado más aceptable.
Más de 700 mineros en San José
En los patios y bodegas de la San Carlos Cooper también existió un tendido de vía que era recorrido por un pequeño tren que extendía sus alcances al pueblo de San José, donde un promedio de 700 mineros eventuales aumentaban la población de sus habitantes.
Como producto de la crisis mundial generada en Estados Unidos y que se extiende hasta 1908, “se paralizaron las operaciones de la San Carlos Cooper, al estar íntimamente ligada al fin especulativo que apuntalaban sus actividades productivas”, añade Herrera.
Le seguirían los efectos vandálicos de la revolución en el noreste, provocando el hurto de bienes e instalaciones de la compañía, robos que se extendieron hasta las vías angostas del tren al quedar paralizado el pequeño ferrocarril.
“Años después el señor Merril hizo gestiones ante el gobierno de su patria para intentar recuperar por la vía diplomática lo perdido, planteando una demanda por 100 mil dólares”, finaliza el autor en su obra. Se cancelaban así los grandes proyectos que proponían ampliar en una segunda etapa de la vía angosta hasta Soto La Marina.
La concesión, hasta Soto la Marina
Una renovación de la concesión federal hecha a la San Carlos Cooper Co. el 4 de julio de 1905 y publicada el 15 de ese mes en el Diario Oficial de la Federación renovaba la concesión que el gobierno porfirista otorgaba a los representantes de la compañía nuevayorkina.
Marcada con el número 473, el subsecretario de Comunicaciones celebraba un contrato en la ciudad de México con el representante de la empresa Pedro S. de Azcué, para ratificar la concesión minera del 10 de octubre de 1903 “referente a la construcción del ferrocarril entre los estados de Nuevo León y Tamaulipas”.
El convenio se efectuaba en base a la Ley Sobre Ferrocarriles del 29 de abril de 1899 celebrado entre el gobierno federal y el mismo representante Azcué.
El artículo único precisaba en el ya decreto publicado en el Diario Oficial que se reformaban los artículos 1 y 12 del contrato de octubre de 1903 relacionado a la construcción ferroviaria que partiendo de Linares terminaría en San José, “con facultad de prolongarlo hasta Soto La Marina y el punto llamado San Enrique…”
Permiso hasta 2002
El contrato autorizaba además a la empresa estadounidense para que construyera y explotara por el término de 99 años contados desde el 20 de octubre de 1903, “conforme a las prevenciones de la ley sobre ferrocarriles del 29 de abril de 1899”.
La compañía quedaba facultada con esa ampliación del permiso para prolongar la vía ferroviaria angosta hasta La Marina “o bien a la Barra de Sandoval, en la inteligencia de que se fije a la compañía como plazo hasta el 20 de octubre de 1906 para que dé aviso a la Secretaría de Comunicaciones si opta por llevar a cabo esa prolongación. Pasado ese término, si no diere tal aviso se dará por extinguida dicha facultad”.
Para tal concesión la Cooper Co. había depositado 25 mil 50 pesos en bonos de deuda pública consolidada en la Tesorería General de la Federación a fin de garantizar el cumplimiento de las obligaciones contraídas, correspondiendo nueve mil pesos a la línea Linares-San José y el resto de 16 mil 50 a la prolongación hasta Soto La Marina.
En caso de que no se prolongara la vía hasta la costa o la barra le sería devuelto el depósito respectivo y en caso de no prolongar el tren debía entregar los estudios técnicos hechos en esos puntos a la propia Secretaría de Comunicaciones, refiere el decreto publicado en julio de 1905.
La compañía gringa que había sido fundada en 1896 era la propietaria del cobre, el oro y plata que quedaba en los yacimientos. El primer metal era beneficiado hasta concentrarse en cobre mate y enviado para su afinación a Estados Unidos.
Antes de que la empresa extranjera adquiriera las minas de San José, éstas ya habían dado su máxima riqueza, cuando eran consideradas las más grandes e importantes de Tamaulipas, anota por su lado Juan F. Zorrilla y coautores en su obra Tamaulipas, una historia Compartida (Cd. Victoria, DFE-UAT, 1993, p. 157).
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